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domingo, 21 de julio de 2013

A veces


A veces quiero no pensarte en cada instante y rendirme para siempre.
Pero solo a veces, a veces.
Como cada vez que mi llave juguetea en el picaporte, la puerta se abre y recuerdo me pediste tantas veces reparar la cerradura.
Como cada vez que mis pisadas suenan sobre el piso de madera de la casa rompiendo el
angustiante silencio. Aún en esas ocasiones trato de olvidarte.
Pero no creas que es tanto, solo es a veces…a veces.
 
Como cada hora en el sofá con el televisor encendido, espero a quedar dormido para que te
acerques y presiones el “off” del receptor, me cubras con una manta y beses mi frente, atreviendotea perturbar mi sueño, incapaz de reclamar tus cuidados; aún en esos momentos trato de olvidarte todavía. No puedo, así que busco rendirme y otra vez espero en el sofá intentando. No es así siempre, es solo de vez en cuando, no es todos los días, es solo a veces.
 
Desde aquella última noche -que es también la primera de muchas sin dormir-, lo intento a cada vuelta sobre nuestra cama y pienso, y en cada movimiento siento, y en cada abrazo con mi almohada creo. Entonces espero el freno que tu cuerpo hace a mi lado para no dejarme caer…pero eso es solo a veces por las noches, cuando me voy a dormir. No te preocupes, no sucede siempre.
 
Intentaré no pensar más en nuestras mañanas bebiendo café, o en las manecillas del reloj que me decían: “no llegará”, en las gripes y resfriados que me dieron por esperar bajo la lluvia, o el saldo en cero de mi teléfono por llamarte diez mil veces sabiendo que no responderías; no fregaré más a mi vecina, fiel vigilante de mis esperanzas, que sin preguntarle simplemente ya me dice: “No joven, hoy tampoco vino a  buscarlo nadie”.
 
Pero solo lucharé a veces, lo prometo; solo a veces.
Solo cuando recuerdo que no te di las gracias por haber sido mis ojos, mi lengua y mi corazón; porque creí que sería para siempre, porque me enamoré de ti.
Reconozco que adelantaba las manecillas del reloj para tener que reclamarte y hacerme el enojado para llamar tu atención.
Será solo a veces que te recuerde: como cuando me arrepienta de que no te pedí vivir conmigo, ni compartir la casa; que no te pedí que pasaras la noche en mi cama y que nunca te dije que odio dormir en el sofá, que no me gusta el frío, que no tengo impermeable y por eso me mojaba, además de que mi vecina ni siquiera me habla.
 
Tenías razón al serme infiel con el viento y refugiarte en brazos del silencio.
Tengo la certeza porque debiste aprender a amarme a señas, ante la sorda atención a tus palabras.
Porque ante el mudo decir de lo que siento,  tuviste que aprender a hablarle al viento.
Y a veces, pero solo a veces, pretenderé saber por qué te fuiste.

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