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lunes, 18 de febrero de 2013

No eres tú, no soy yo, entonces ¿quién?

Todos escribimos, todos. Porque cualquiera de nosotros con la capacidad de leer, obviamente sabe escribir. Al menos esa era mi idea hasta hace algún tiempo. Ahora creo que todos sabemos escribir, pero pocos saben cómo hacerlo. Cuando acepté colaborar en esta revista me pareció sencillo escribir de nueva cuenta -luego de mucho tiempo de no hacerlo-, sentarme frente a mi computadora y desarrollar un tema del que los lectores entendieran absolutamente todo, escribir sin la necesidad de un lenguaje elevado; digamos que me encaminaba a escribir sobre las cosas simples, de las que todo mundo habla “sin mayor problema” pensé. ¿Sobre qué escribiría? ¿Sobre la violencia? no, ya existen los periódicos. ¿Sobre inseguridad? Mucho menos, ya hay infinidad de páginas y grupos en las redes sociales que la mencionan y honestamente, no me interesa causar pánico -a la par de las lamentables cosas que se ven a diario y de las que nos enteramos de boca en boca-.
Desde hace 20 noches encendiendo mi laptop diariamente, esperando que esa idea mágica llegue a mi cabeza para encender la mecha y aporrear el teclado con la finalidad de escribir algo interesante. Prueba no superada. Megafail, dirían otros, la noche número 21 de fracaso se aproxima. Entonces recurro a Facebook, Twitter, Tumblr y otros medios electrónicos de comunicación para enterarme de qué está hablando todo mundo, la temática no es tampoco muy variada: La explosión en la torre de PEMEX, las declaraciones absurdas de lo que pudo haberla causado, de la renuncia del Papa Benedicto XVI -en la cual, como país corrimos con la suerte de que tomó la decisión luego de visitar México, tal vez la realidad en la que nosotros vivimos le hizo corregir el camino-, y un largo e interminable etcétera.
 -Creo que tengo bloqueo- Pienso mientras me niego a reconocer que efectivamente tengo un bloqueo creativo y el hámster en mi cabeza no da para más -Pero no puede ser, a mi NO me puede estar pasando esto–, me digo convencido en voz alta. Y es que toda persona que se dedica a realizar labores creativas nos negamos a aceptarlo, tenemos tan alto el ego que nos cuesta reconocer que estamos pariendo chayotes al intentar hacer algo nuevo y propositivo, que en determinados momentos de nuestra vida haciendo lo que sea a lo que nos dedicamos, simple y sencillamente nos bloqueamos -como en mi caso-, al tratar de crear o escribir sobre algo que sea honesto, transparente y palpable. Todo mundo, no solo quienes nos dedicamos a esto, pasamos por lo mismo: desde amas de casa que un día no saben qué diantres cocinar, hasta exitosos profesionistas que no saben cómo lidiar con un colega o compañero de trabajo.  –Tal vez ya no tengo nada que decir- me digo mientras trato de ahogar con docenas de tazas de café la bipolaridad del talento anulado, contenido e irremediablemente indeciso a salir durante las últimas casi 21 noches, y de pronto deseo que el humo del cigarrillo que fumo haga desaparecer la ansiedad que me provoca no saber de qué escribir. -Deberías estudiar ingeniería, una licenciatura, algo que valga la pena- No mamá,  -Le respondía a mi madre muy seguro- yo quiero ser de esos artistas que hacen muchas cosas: que actúan, escriben, cantan, viajan… ¡Ja! Ahora mi madre debe estarse carcajeando desde Dios sabe dónde. A veces veo a la Sra. Frustración asomarse levemente por la puerta esperando invitación a pasar, o me envía un guiño por la ventana del chat, entonces le digo que comenzaré a escribir sobre la veloz carrera de un niño, intentando escapar de las feroces garras y afilados colmillos de un…¿French Poodle? que escandalizó a mis vecinos porque, según todos “el perrito es normalmente muuuy tranquilo”. Entonces, la Sra. Frustración se va por un par de horas a joderle la vida otro ser con el talento bloqueado.
Agradezco la paciencia –porque regularmente no entrego puntual mi columna- y buena voluntad de mi editor al publicar lo que escribo, porque honestamente para iniciar de nuevo, no he encontrado un mejor lugar, aún y que me cuesta trabajo reincorporarme a la labor de escribir consecutivamente, que tal vez, esa sea la razón de mi bloqueo: que debo acostumbrarme. No lo tomen personal –pero tampoco dejen de leerme- pero nunca me ha interesado tener millones de lectores, la verdad es que me viene mejor la popularidad de bajo perfil que andar recibiendo el típico chayotazo de: “oye, es que escribes chingón” o el de “me encantan tus cuentos, como el del abuelito samurai –era Jedi, pero en fin-” hasta el extremo de “wey, no mames; deberías escribir un libro” porque todo eso, al final de cuentas, son solo cosas que se dicen, cosas que la gran mayoría quiere escuchar. Porque neta, reconozco que no soy un excelente escritor, y tal vez no lo sea porque no escribo para nadie en particular, ni tengo las mismas opiniones sobre el trabajo de otros que tienen la mayoría de aquellos que escriben, ya sea en mi nivel o profesionalmente, no me importa que al reconocerlo y hacerlo público me arriesgue a vivir el escarnio y la discriminación artística o literaria; si, esa que muchos de los que se dedican a lo mismo que yo practican día con día con todo lo que leen, escuchan y ven.
Sé que hago mejores cosas que escribir; pero siendo honesto, transparente  y palpable, nunca he pensado en dejar de hacerlo ¿cómo privarme de hacer algo que es únicamente para mí? Porque, señoras y señores, el secreto del éxito en lo que hacemos, es que lo hagamos para nosotros mismos.
PD: Tal vez no deba escribir sobre el niño perseguido por el perro, porque, al final de cuentas, niños perseguidos por un perro, los hay en todo el mundo.



2 comentarios:

  1. Aunque mucho se ha escrito sobre el bloqueo del escritor, es un tema siempre actual y es muy bueno que lo hayas escrito. El chiste es ese: escribir, empujarte a hacer lo que amas, hablar de lo que te interesa, de lo que te inquieta, de lo que te hace temblar y rabiar, ya se trate del French Poodle que persigue al niño (algunos lo hacemos) o de este problema temporalmente personal del bloqueo, que resulta ser tan universal como respirar o ir al baño.

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