Las palabras no siempre tienen la palabra.
Es el silencio quien dice lo que tus palabras callan.
Son las acciones nulas las que todo dicen; hablan más de lo que piensas; de lo que dices; de lo que seguramente, te has hecho creer.
Ahora, a seguir viviendo, a darse de madrazos, lamernos las heridas y morderse el corazón; porque de eso, también se trata la vida.
Adiós. Nos vemos en algún lugar del universo.
lunes, 9 de septiembre de 2013
lunes, 19 de agosto de 2013
Carta Absurda XVII
Solo tengo mi vida, mis ojos, mi lengua y mi corazón, quiero que sean tuyos; como míos son tus ronquidos cuando duermes, o tu cara malhumorada cuando recién despiertas.
Yo solo tengo mil defectos, algunos vicios y muchas mañas, dicen que también millones de virtudes; quiero que las conozcas; así como quiero conocer el tamaño de las bombas que haces cuando mascas chicle.
Yo solo soy esto que ves, esto que tocas, esto que siento.
Yo solo tengo el resto de la vida que Dios me dé, como solo tengo aquella frase que dijiste: "cuando seamos viejitos, viajaremos por todo el mundo".
Yo solo tengo mil defectos, algunos vicios y muchas mañas, dicen que también millones de virtudes; quiero que las conozcas; así como quiero conocer el tamaño de las bombas que haces cuando mascas chicle.
Yo solo soy esto que ves, esto que tocas, esto que siento.
Yo solo tengo el resto de la vida que Dios me dé, como solo tengo aquella frase que dijiste: "cuando seamos viejitos, viajaremos por todo el mundo".
lunes, 22 de julio de 2013
Kübler - Ross
Esta carta no es una explicación.
Me alejaré. Siempre dijimos que
no es necesario dar explicaciones a las personas sobre quiénes somos, de lo que
hacemos, las razones de lo dicho o de nuestras decisiones. De aquella decisión únicamente
me correspondió el duelo, el insomnio, la inquietud, la decepción, la tristeza,
la soledad y las miles de veces de preguntarme: ¿por qué?
Me ausentaré. No seré más una
persona presente para ti, todo por voluntad propia, firme e inmóvil. No
permitiré que seas tampoco, una presencia para mí, para esperar de ti, para esperar
por ti; porque nada es más dañino -después del desamor- que ser consciente de la incertidumbre. No hay
necesidad de mantener promesas, ni una sola. Se dice que el dolor verdadero o
el sufrimiento verdadero son producto de una pérdida. Yo no te perdí, porque
jamás te encontré por completo. Puede ser que te tuve, sin garantía alguna.
Callaré. Dejaré todas las
palabras de nuestro íntimo lenguaje en un sobre vacío, cerrado, escritas en
color azul, las 21 razones, todas. Los hechos serán mudos, sin ser vistos por
nadie. Pronunciaré tu nombre con un suspiro que se lleve el viento, que
disolverán las gotas de lluvia, será la ceniza que vuelve a la tierra para caer
libre en otros suelos.
Puedo decirte -o debo decirte-
que todo era verdad: el año de esperar por ti, el amor, las canciones, las
llamadas a media noche, los sueños abrazados, nuestras manos entrelazadas, los
planes truncados y también, tu extraño silencio. Todo eso está ahora en algún
lugar de mi cabeza, encerrado, cambiando día a día, creando recuerdos; en
metamorfosis hacia crisis emotivas para convertirse finalmente en sentimientos,
de los cuales hay mucho, solo que en esta ocasión me reservo el manifiesto y
los dejo para mí.
Estuve negado. Me llené de ira.
Concilié viviendo mi duelo. Me deprimí. Lo acepté.
Lo he vivido, tengo pruebas; no
puedo pedir nada más a la vida, que una nueva oportunidad ¿dónde está el amor?
Yo Quiero amar. Quiero que me amen y voy a conseguirlo.
domingo, 21 de julio de 2013
A veces
A veces quiero no pensarte en cada instante y rendirme para siempre.
Pero solo a veces, a veces.
Como cada vez que mi llave juguetea en el picaporte, la puerta se abre y recuerdo me pediste tantas veces reparar la cerradura.
Como cada vez que mis pisadas suenan sobre el piso de madera de la casa rompiendo el
angustiante silencio. Aún en esas ocasiones trato de olvidarte.
Pero no creas que es tanto, solo es a veces…a veces.
Como cada hora en el sofá con el televisor encendido, espero a quedar dormido para que te
acerques y presiones el “off” del receptor, me cubras con una manta y beses mi frente, atreviendotea perturbar mi sueño, incapaz de reclamar tus cuidados; aún en esos momentos trato de olvidarte todavía. No puedo, así que busco rendirme y otra vez espero en el sofá intentando. No es así siempre, es solo de vez en cuando, no es todos los días, es solo a veces.
Desde aquella última noche -que es también la primera de muchas sin dormir-, lo intento a cada vuelta sobre nuestra cama y pienso, y en cada movimiento siento, y en cada abrazo con mi almohada creo. Entonces espero el freno que tu cuerpo hace a mi lado para no dejarme caer…pero eso es solo a veces por las noches, cuando me voy a dormir. No te preocupes, no sucede siempre.
Intentaré no pensar más en nuestras mañanas bebiendo café, o en las manecillas del reloj que me decían: “no llegará”, en las gripes y resfriados que me dieron por esperar bajo la lluvia, o el saldo en cero de mi teléfono por llamarte diez mil veces sabiendo que no responderías; no fregaré más a mi vecina, fiel vigilante de mis esperanzas, que sin preguntarle simplemente ya me dice: “No joven, hoy tampoco vino a buscarlo nadie”.
Pero solo lucharé a veces, lo prometo; solo a veces.
Solo cuando recuerdo que no te di las gracias por haber sido mis ojos, mi lengua y mi corazón; porque creí que sería para siempre, porque me enamoré de ti.
Reconozco que adelantaba las manecillas del reloj para tener que reclamarte y hacerme el enojado para llamar tu atención.
Será solo a veces que te recuerde: como cuando me arrepienta de que no te pedí vivir conmigo, ni compartir la casa; que no te pedí que pasaras la noche en mi cama y que nunca te dije que odio dormir en el sofá, que no me gusta el frío, que no tengo impermeable y por eso me mojaba, además de que mi vecina ni siquiera me habla.
Tenías razón al serme infiel con el viento y refugiarte en brazos del silencio.
Tengo la certeza porque debiste aprender a amarme a señas, ante la sorda atención a tus palabras.
Porque ante el mudo decir de lo que siento, tuviste que aprender a hablarle al viento.
Y a veces, pero solo a veces, pretenderé saber por qué te fuiste.
lunes, 18 de febrero de 2013
No eres tú, no soy yo, entonces ¿quién?
Todos escribimos, todos. Porque cualquiera de nosotros con la capacidad
de leer, obviamente sabe escribir. Al menos esa era mi idea hasta hace algún
tiempo. Ahora creo que todos sabemos escribir, pero pocos saben cómo hacerlo. Cuando
acepté colaborar en esta revista me pareció sencillo escribir de nueva cuenta -luego
de mucho tiempo de no hacerlo-, sentarme frente a mi computadora y desarrollar
un tema del que los lectores entendieran absolutamente todo, escribir sin la
necesidad de un lenguaje elevado;
digamos que me encaminaba a escribir sobre las cosas simples, de las que todo
mundo habla “sin mayor problema” pensé. ¿Sobre qué escribiría? ¿Sobre la
violencia? no, ya existen los periódicos. ¿Sobre inseguridad? Mucho menos, ya
hay infinidad de páginas y grupos en las redes sociales que la mencionan y honestamente,
no me interesa causar pánico -a la par de las lamentables cosas que se ven a
diario y de las que nos enteramos de boca en boca-.
Desde hace 20 noches encendiendo mi laptop diariamente, esperando que
esa idea mágica llegue a mi cabeza
para encender la mecha y aporrear el teclado con la finalidad de escribir algo
interesante. Prueba no superada. Megafail,
dirían otros, la noche número 21 de fracaso se aproxima. Entonces recurro a
Facebook, Twitter, Tumblr y otros medios electrónicos de comunicación para enterarme
de qué está hablando todo mundo, la temática no es tampoco muy variada: La
explosión en la torre de PEMEX, las declaraciones absurdas de lo que pudo
haberla causado, de la renuncia del Papa Benedicto XVI -en la cual, como país
corrimos con la suerte de que tomó la decisión luego de visitar México, tal vez
la realidad en la que nosotros vivimos le hizo corregir el camino-, y un largo
e interminable etcétera.
-Creo que tengo bloqueo- Pienso mientras me niego a reconocer que
efectivamente tengo un bloqueo creativo y el hámster en mi cabeza no da para
más -Pero no puede ser, a mi NO me puede
estar pasando esto–, me digo convencido en voz alta. Y es que toda persona
que se dedica a realizar labores creativas nos negamos a aceptarlo, tenemos tan
alto el ego que nos cuesta reconocer que estamos pariendo chayotes al intentar hacer algo nuevo y propositivo, que
en determinados momentos de nuestra vida haciendo lo que sea a lo que nos
dedicamos, simple y sencillamente nos bloqueamos -como en mi caso-, al tratar
de crear o escribir sobre algo que sea honesto, transparente y palpable. Todo
mundo, no solo quienes nos dedicamos a esto, pasamos por lo mismo: desde amas
de casa que un día no saben qué diantres cocinar, hasta exitosos profesionistas
que no saben cómo lidiar con un colega o compañero de trabajo. –Tal vez
ya no tengo nada que decir- me digo mientras trato de ahogar con docenas de
tazas de café la bipolaridad del talento anulado, contenido e irremediablemente
indeciso a salir durante las últimas casi 21 noches, y de pronto deseo que el humo
del cigarrillo que fumo haga desaparecer la ansiedad que me provoca no saber de
qué escribir. -Deberías estudiar
ingeniería, una licenciatura, algo que valga la pena- No mamá, -Le respondía a mi
madre muy seguro- yo quiero ser de esos
artistas que hacen muchas cosas: que actúan, escriben, cantan, viajan… ¡Ja!
Ahora mi madre debe estarse carcajeando desde Dios sabe dónde. A veces veo a la
Sra. Frustración asomarse levemente por la puerta esperando invitación a pasar,
o me envía un guiño por la ventana del chat, entonces le digo que comenzaré a
escribir sobre la veloz carrera de un niño, intentando escapar de las feroces
garras y afilados colmillos de un…¿French Poodle? que escandalizó a mis vecinos
porque, según todos “el perrito es normalmente muuuy tranquilo”. Entonces, la
Sra. Frustración se va por un par de horas a joderle la vida otro ser con el talento
bloqueado.
Agradezco la paciencia –porque regularmente no entrego puntual mi
columna- y buena voluntad de mi editor al publicar lo que escribo, porque
honestamente para iniciar de nuevo, no he encontrado un mejor lugar, aún y que
me cuesta trabajo reincorporarme a la labor de escribir consecutivamente, que
tal vez, esa sea la razón de mi bloqueo: que debo acostumbrarme. No lo tomen
personal –pero tampoco dejen de leerme- pero nunca me ha interesado tener
millones de lectores, la verdad es que me viene mejor la popularidad de bajo
perfil que andar recibiendo el típico chayotazo
de: “oye, es que escribes chingón” o el de “me encantan tus cuentos, como el
del abuelito samurai –era Jedi, pero en fin-” hasta el extremo de “wey, no
mames; deberías escribir un libro” porque todo eso, al final de cuentas, son
solo cosas que se dicen, cosas que la gran mayoría quiere escuchar. Porque
neta, reconozco que no soy un excelente escritor, y tal vez no lo sea porque no
escribo para nadie en particular, ni tengo las mismas opiniones sobre el
trabajo de otros que tienen la mayoría de aquellos que escriben, ya sea en mi
nivel o profesionalmente, no me importa que al reconocerlo y hacerlo público me
arriesgue a vivir el escarnio y la discriminación artística o literaria; si, esa
que muchos de los que se dedican a lo mismo que yo practican día con día con todo
lo que leen, escuchan y ven.
Sé que hago mejores cosas que escribir; pero siendo honesto,
transparente y palpable, nunca he
pensado en dejar de hacerlo ¿cómo privarme de hacer algo que es únicamente para
mí? Porque, señoras y señores, el secreto del éxito en lo que hacemos, es que
lo hagamos para nosotros mismos.
PD: Tal vez no deba escribir sobre el niño perseguido por el perro,
porque, al final de cuentas, niños perseguidos por un perro, los hay en todo el
mundo.
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