Esta carta no es una explicación.
Me alejaré. Siempre dijimos que
no es necesario dar explicaciones a las personas sobre quiénes somos, de lo que
hacemos, las razones de lo dicho o de nuestras decisiones. De aquella decisión únicamente
me correspondió el duelo, el insomnio, la inquietud, la decepción, la tristeza,
la soledad y las miles de veces de preguntarme: ¿por qué?
Me ausentaré. No seré más una
persona presente para ti, todo por voluntad propia, firme e inmóvil. No
permitiré que seas tampoco, una presencia para mí, para esperar de ti, para esperar
por ti; porque nada es más dañino -después del desamor- que ser consciente de la incertidumbre. No hay
necesidad de mantener promesas, ni una sola. Se dice que el dolor verdadero o
el sufrimiento verdadero son producto de una pérdida. Yo no te perdí, porque
jamás te encontré por completo. Puede ser que te tuve, sin garantía alguna.
Callaré. Dejaré todas las
palabras de nuestro íntimo lenguaje en un sobre vacío, cerrado, escritas en
color azul, las 21 razones, todas. Los hechos serán mudos, sin ser vistos por
nadie. Pronunciaré tu nombre con un suspiro que se lleve el viento, que
disolverán las gotas de lluvia, será la ceniza que vuelve a la tierra para caer
libre en otros suelos.
Puedo decirte -o debo decirte-
que todo era verdad: el año de esperar por ti, el amor, las canciones, las
llamadas a media noche, los sueños abrazados, nuestras manos entrelazadas, los
planes truncados y también, tu extraño silencio. Todo eso está ahora en algún
lugar de mi cabeza, encerrado, cambiando día a día, creando recuerdos; en
metamorfosis hacia crisis emotivas para convertirse finalmente en sentimientos,
de los cuales hay mucho, solo que en esta ocasión me reservo el manifiesto y
los dejo para mí.
Estuve negado. Me llené de ira.
Concilié viviendo mi duelo. Me deprimí. Lo acepté.
Lo he vivido, tengo pruebas; no
puedo pedir nada más a la vida, que una nueva oportunidad ¿dónde está el amor?
Yo Quiero amar. Quiero que me amen y voy a conseguirlo.