Desde hace 20 noches encendiendo mi laptop diariamente, esperando que
esa idea mágica llegue a mi cabeza
para encender la mecha y aporrear el teclado con la finalidad de escribir algo
interesante. Prueba no superada. Megafail,
dirían otros, la noche número 21 de fracaso se aproxima. Entonces recurro a
Facebook, Twitter, Tumblr y otros medios electrónicos de comunicación para enterarme
de qué está hablando todo mundo, la temática no es tampoco muy variada: La
explosión en la torre de PEMEX, las declaraciones absurdas de lo que pudo
haberla causado, de la renuncia del Papa Benedicto XVI -en la cual, como país
corrimos con la suerte de que tomó la decisión luego de visitar México, tal vez
la realidad en la que nosotros vivimos le hizo corregir el camino-, y un largo
e interminable etcétera.
-Creo que tengo bloqueo- Pienso mientras me niego a reconocer que
efectivamente tengo un bloqueo creativo y el hámster en mi cabeza no da para
más -Pero no puede ser, a mi NO me puede
estar pasando esto–, me digo convencido en voz alta. Y es que toda persona
que se dedica a realizar labores creativas nos negamos a aceptarlo, tenemos tan
alto el ego que nos cuesta reconocer que estamos pariendo chayotes al intentar hacer algo nuevo y propositivo, que
en determinados momentos de nuestra vida haciendo lo que sea a lo que nos
dedicamos, simple y sencillamente nos bloqueamos -como en mi caso-, al tratar
de crear o escribir sobre algo que sea honesto, transparente y palpable. Todo
mundo, no solo quienes nos dedicamos a esto, pasamos por lo mismo: desde amas
de casa que un día no saben qué diantres cocinar, hasta exitosos profesionistas
que no saben cómo lidiar con un colega o compañero de trabajo. –Tal vez
ya no tengo nada que decir- me digo mientras trato de ahogar con docenas de
tazas de café la bipolaridad del talento anulado, contenido e irremediablemente
indeciso a salir durante las últimas casi 21 noches, y de pronto deseo que el humo
del cigarrillo que fumo haga desaparecer la ansiedad que me provoca no saber de
qué escribir. -Deberías estudiar
ingeniería, una licenciatura, algo que valga la pena- No mamá, -Le respondía a mi
madre muy seguro- yo quiero ser de esos
artistas que hacen muchas cosas: que actúan, escriben, cantan, viajan… ¡Ja!
Ahora mi madre debe estarse carcajeando desde Dios sabe dónde. A veces veo a la
Sra. Frustración asomarse levemente por la puerta esperando invitación a pasar,
o me envía un guiño por la ventana del chat, entonces le digo que comenzaré a
escribir sobre la veloz carrera de un niño, intentando escapar de las feroces
garras y afilados colmillos de un…¿French Poodle? que escandalizó a mis vecinos
porque, según todos “el perrito es normalmente muuuy tranquilo”. Entonces, la
Sra. Frustración se va por un par de horas a joderle la vida otro ser con el talento
bloqueado.
Agradezco la paciencia –porque regularmente no entrego puntual mi
columna- y buena voluntad de mi editor al publicar lo que escribo, porque
honestamente para iniciar de nuevo, no he encontrado un mejor lugar, aún y que
me cuesta trabajo reincorporarme a la labor de escribir consecutivamente, que
tal vez, esa sea la razón de mi bloqueo: que debo acostumbrarme. No lo tomen
personal –pero tampoco dejen de leerme- pero nunca me ha interesado tener
millones de lectores, la verdad es que me viene mejor la popularidad de bajo
perfil que andar recibiendo el típico chayotazo
de: “oye, es que escribes chingón” o el de “me encantan tus cuentos, como el
del abuelito samurai –era Jedi, pero en fin-” hasta el extremo de “wey, no
mames; deberías escribir un libro” porque todo eso, al final de cuentas, son
solo cosas que se dicen, cosas que la gran mayoría quiere escuchar. Porque
neta, reconozco que no soy un excelente escritor, y tal vez no lo sea porque no
escribo para nadie en particular, ni tengo las mismas opiniones sobre el
trabajo de otros que tienen la mayoría de aquellos que escriben, ya sea en mi
nivel o profesionalmente, no me importa que al reconocerlo y hacerlo público me
arriesgue a vivir el escarnio y la discriminación artística o literaria; si, esa
que muchos de los que se dedican a lo mismo que yo practican día con día con todo
lo que leen, escuchan y ven.
Sé que hago mejores cosas que escribir; pero siendo honesto,
transparente y palpable, nunca he
pensado en dejar de hacerlo ¿cómo privarme de hacer algo que es únicamente para
mí? Porque, señoras y señores, el secreto del éxito en lo que hacemos, es que
lo hagamos para nosotros mismos.
PD: Tal vez no deba escribir sobre el niño perseguido por el perro,
porque, al final de cuentas, niños perseguidos por un perro, los hay en todo el
mundo.