Cada estrella que veo por la ventana me habla de las cosas que haces, las que dices, de tus pasos y la luna es la maraña de recuerdos que dejaste.
Prefiero dormir en un sillón desvencijado, pues el descanso no se siente en nuestra vieja cama, ni el sueño, mucho menos el amor. Lo último que se hizo ahí fue una tarea de escuela que se llama indiferencia: la aprobamos con 10.
En la mancha oscura que es la noche está tu profunda mirada y el color de tu silencio.
Los cerros a lo lejos me recuerdan tu sonrisa dispareja y mi cobija la aspereza de tus caricias con la barba.
Las rosas que me diste hace un año están secas como mi esperanza, como mi piel, como mis labios; mi boca cayó en sequía, ¿habrá quien le dé agua? No sé.
Ya no podré escuchar tu voz en el teléfono porque lo tiré y además me cambié de casa; prefiero vivir en un cuarto de azotea para estar junto a las estrellas…para escucharlas decir más de cerca de las cosas que haces, las que dices, de tus pasos; tocar la luna tan llena de recuerdos tuyos, porque decías que me querías de aquí a la luna, dos vueltas y de regreso…tal vez allá quede un poquito de tus manos, que usaré para dormir entre ellas.
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