Me pidieron hace unos días, colaborar con mi opinión sobre cultura y política o, la politización de la cultura, con la finalidad de que mi punto de vista sea publicado en un medio electrónico; en realidad no me siento forzado, comprometido y mucho menos coaccionado a hacerlo, mucho menos porque mi trabajo se desarrolla primordialmente en una organización donde los espectáculos y la cultura son el pan nuestro de cada día, donde diversas instituciones, tanto públicas como privadas, se conjuntan para cumplir con un objetivo en común: La Cultura.
La política, en mi particular punto de vista (como lo he manifestado en diversas ocasiones, pues no existe una conceptualización exacta), es la utilización de todos los medios disponibles para la satisfacción de nuestros propios y cochinos intereses; la cual, puede ejercerse de manera pública o privada, a la luz o en lo oscurito.
Según Wikipedia: la cultura es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman; incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias; es por esto que se considera que las manifestaciones culturales son de carácter exclusivamente público, tanto que proporcionan identidad, arraigo y oportunidad de aprendizaje a las comunidades e inclusive, a naciones enteras. En mi opinión, a la cultura no hay que darle un status porque se lo merece, sino ajustar las políticas gubernamentales para que la cultura sea parte de nuestros programas educativos de manera profunda y así, se le de status a la gente (un mejor posicionamiento del saber), porque la cultura nos da también identidad y autoconocimiento.
Se ha vuelto común e inclusive un comportamiento habitual, que las personas expresen un desinterés por la cultura, ante tal apatía hacia el autoconocimiento, es que las políticas gubernamentales propician un cambio en el rubro presupuestal, ajustando los recursos destinados a fin de que la población reciba satisfacción necesaria de sus necesidades culturales, no es que la clase política considere que la cultura no es necesaria, sino porque la sociedad conformada por los que tienen mucho y por los que menos tienen, considera “normal” que la cultura sea un valor moral que no tiene cabida en un mundo absorbido por la postmodernidad, la globalización y el consumismo; es entonces que la cultura se convierte en un gasto innecesario para los gobiernos, por lo tanto es común (el hecho de que sea común, no significa que sea normal), que en las partidas presupuestales, la cultura se encuentre en los renglones finales de gasto, con un mínimo de inversión en las cantidades que a su vez, contienen pocos ceros. Lo anterior es comprensible, pues los gobiernos son administraciones, es decir, empresas que como tales deben considerar las prioridades de inversión para una mayor recuperación económica y sobre todo, para mantenerse como una empresa solvente para nuestra sociedad, aún y con sus diversas clases; en resumen: la cultura no es una prioridad social ni moral para la población, de ahí que la cadena de mando no la considere en absoluto.
Todo cambio (pero el cambio como tal, el cambio real, no el falso cambio en el que vivimos en México desde hace varios años), genera reacciones, como sociedad debemos estar preparados para el efecto que causen, comprender porque los cambios se están dando, para así aceptar dicha propuesta sin el temor (un muy mal infundado temor) a sentirnos incapaces de evolucionar y aprender. A la par de lo anterior, existe una tendencia por parte de la población a consumir lo llamado de estilo o figuras ideales y un sentimiento de atracción por la popularidad de un medio artístico plastificado, estas tendencias han provocado que la cultura suela ser equívocamente confundida con el entretenimiento, al ser éste (el entretenimiento), un objeto de atención o mejor dicho un producto al alcance de la mano de los consumidores (mejor conocidos como Pueblo de México), es que nacen los espectáculos de entretenimiento masivos y gratuitos, con el fin de atraer simpatizantes hacia una determinada corriente política, con obvias intenciones electorales, creando así una falsa imagen de lo que es cultura, convirtiendo a los artistas (los de plástico y los de verdadero talento) en un medio alcanzable, todo gracias a la bondad de un candidato o funcionario público, cuya primordial objetivo es también llevar entretenimiento a la ciudadanía…apuesto a que ni siquiera las principales televisoras del país tienen como objetivo tal discurso; se crea además, una falsa manera de mantener vivas las (ya no tan nuestras) tradiciones.
Arte y cultura van de la mano, el artista cultural no solo tiene como responsabilidad mantener viva la cultura popular, sino también de investigar y encontrar las nuevas maneras de darla a conocer, pues ésta evoluciona (no involuciona) a la par de las sociedades. El artista, éste poco comprendido y fértil elemento básico de la enseñanza, ha convertido su capacidad creativa y necesidad de expresión en una obligación laboral de la cual obtener los recursos necesarios para vivir, convirtiéndose así, en un mercenario de la cultura (que dicho sea de paso, no da para comer, con excepción de a aquellos artistas que se benefician de las becas, el nepotismo, las influencias y de un presupuesto pre-asignado); El artista popular no es el responsable del todo de las consecuencias en las que él mismo está inmiscuido, sus nuevos lineamientos de sobrevivencia son una simple reacción al hecho de que las políticas de ajuste (individuales, institucionales, de talento, etc.), lo han convertido en un elemento prescindible, a no ser, de que pertenezca a la gran industria del entretenimiento; por esto, es que los artistas culturales dejan su labor de enseñanza en un segundo plano de desarrollo personal, y es aquí donde la cultura se convierte en una meretriz, que no está dispuesta a ceder ante el capricho de ser utilizada como les venga en gana por el simple hecho de que se les hincha un huevo…o un ovario, según sea el caso; se dice que la prostitución, la promiscuidad, las empresas con giros negro, la ola de muertes violentas (y cientos de cuestiones más), no tienen cabida en nuestra moralidad…creo que lamentablemente hemos enviado a la cultura al mismo vecindario de indiferencia que todos estos hechos nos causan.
Ante el común (y mal hábito) de un gran número de la población de creer firmemente que la cultura no es indispensable para nuestro desarrollo humano, me permito decirles que se equivocan, que al pensar así, el canal que están sintonizando no es el correcto; como todo individuo perteneciente a una sociedad, vivimos en un constante crecimiento y aprendizaje de nuestro entorno, la cultura es un valor moral adquirido que se ha quedado a la orilla del camino, debido a que dejó de ser considerada en los nuevos programas de enseñanza formal (lejos de todos, debido a las nuevas políticas); como sociedad, tenemos las puertas abiertas de todas las instituciones culturales: teatros, galerías, museos y centros culturales, con muestras y eventos tanto gratuitos como con costo, todos ellos al alcance de la población; Todos (porque todos pertenecemos a una sociedad), instituciones e individuos, debemos exigir la culturización y darnos a la tarea de que, con limitados recursos o con altos presupuestos acercar la cultura a la población, y adoptar nuevos métodos de enseñanza – aprendizaje. Porque un país sin cultura, es un país pobre.
La Unesco, en 1982, declaró: ...que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. (UNESCO, 1982: Declaración de México).
Lamentablemente, al generar un cambio para una explotación, mejora de un sistema de enseñanza y culturización, se deben aplicar también, políticas que guíen al cumplimiento de los objetivos planteados en beneficio de nuestra sociedad.
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