En uno de esos lugares de mala
nota –acompañado de excelente calor humano y amistades entrañables-, dos personas
me contaban una pequeña parte de su historia de vida juntos como pareja: Se
conocieron hace dos años en un viaje donde cada uno de ellos y por separado, no
tenían absolutamente nada planeado y que, luego de aquella casualidad en aquel
entonces y hasta ahora, hacen una vida en común, compartiendo sentimientos y
objetivos; al día siguiente –dentro de un centro comercial-, yo pensaba
precisamente en eso que llamamos “casualidades”, más allá de que se trate de
una simple combinación de
circunstancias que no se pueden prever ni evitar. Meditaba sobre dicho
tema y en que, generalmente, muchas de las cosas que suceden por casualidad
en este mundo no me suceden a mí, que creo que no me he permitido disfrutar de
que las cosas avancen despacio y sin desesperarme –la impaciencia me ha dado de
periodicazos varias veces-, ya que regularmente decido vorazmente sobre lo que
quiero y en un arrebato me abalanzo sin importarme el resultado, aún así,
siempre esforzándome porque éste resulte favorable.
Hoy vi una casualidad muy de
cerca: quería encontrar la razón de porqué a mí jamás me pasaban cosas –como ya
lo mencioné- como las que cientos de personas cuentan…y algo, o alguien me dio
un ejemplo. Por lo tanto, hoy he resuelto vivir las casualidades, disfrutarlas y
convertirlas en causalidades para obtener un resultado, claramente y previo
realizar un plan de vida para hacer frente a todo lo que conlleva.